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03 Junio 2025
En un mundo saturado de información, volatilidad y ruido, sus principios siguen vigentes.
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Warren Buffett anunció finalmente su retiro como CEO de Berkshire Hathaway a los 94 años, marcando el cierre de una era en las inversiones globales. Su legado no solo se mide en cifras -aunque son impresionantes-, sino que en una filosofía de inversión basada en la paciencia, la disciplina y una comprensión profunda del interés compuesto. Mientras el S&P 500 ha ofrecido retornos sólidos en las últimas décadas, el desempeño de Berkshire Hathaway bajo su liderazgo ha sido excepcional, dejando lecciones duraderas para los inversionistas de largo plazo.
Desde que Buffett tomó el control de Berkshire Hathaway en 1965 hasta 2024, las acciones clase A de la compañía han generado una rentabilidad compuesta anual de aproximadamente 19,8%, frente al 10,2% anual del S&P 500 incluyendo dividendos. Esto significa que mientras una inversión de $1.000 en el S&P habría crecido a poco más de $300.000, la misma cantidad invertida en Berkshire habría superado los $34 millones (¡!).
Estas cifras no solo reflejan decisiones acertadas de inversión -como la apuesta temprana por Coca-Cola, American Express o, más recientemente, Apple-, sino una consistencia en el tiempo que pocos inversionistas, incluso institucionales, han podido replicar.
Lo que diferencia a Buffett no es haber encontrado una fórmula secreta para identificar acciones extraordinarias, sino su capacidad para dejar que el tiempo y la acumulación hagan el trabajo. El propio Buffett ha comparado el interés compuesto con una bola de nieve rodando cuesta abajo: mientras más tiempo rueda, más grande se vuelve. Su enfoque consiste en mantener inversiones sólidas por décadas, reinvirtiendo continuamente los dividendos sin ceder ante la tentación del “market timing” o la pura “especulación”.
Esta visión contrasta con la mentalidad de muchos inversionistas en los mercados actuales, caracterizada por la inmediatez, la rotación de portafolios y la búsqueda constante de rendimiento en el corto plazo. Buffett, en cambio, ha sido el gran defensor de la lentitud como virtud: invertir en lo que uno entiende, a un precio razonable y dejar que el tiempo haga el resto.
Buffett no solo fue un maestro en identificar oportunidades, sino también en comunicar de forma clara y didáctica los principios fundamentales de la inversión. En sus cartas anuales a los accionistas de Berkshire, convirtió conceptos financieros complejos en enseñanzas prácticas. Rechazó la sofisticación innecesaria de Wall Street y nunca se dejó seducir por las burbujas del momento, como las puntocom en los años 2000 o el fervor especulativo post-pandemia.
También fue un modelo de disciplina emocional. En tiempos de crisis, como la Gran Recesión de 2008 o la pandemia de 2020, su mensaje fue siempre el mismo: “Sé temeroso cuando otros son codiciosos y codicioso cuando otros son temerosos”. Esta mentalidad contracíclica, difícil de sostener en el fragor del mercado, le permitió comprar cuando todos vendían y capturar valor a largo plazo.
La pregunta inevitable tras su retiro es si Berkshire Hathaway podrá replicar el éxito sin su figura al mando. Buffett ha preparado la sucesión durante años, destacando el papel de Greg Abel como su heredero operativo. Sin embargo, el verdadero legado de Buffett es un marco mental más que un portafolio: una filosofía de prudencia, racionalidad y largo plazo que puede sobrevivir más allá del individuo.
El modelo de Berkshire, con su combinación de inversiones en empresas cotizadas y control de subsidiarias operativas (como GEICO, BNSF Railway o Dairy Queen), ofrece un enfoque híbrido entre mercados públicos y conglomerado industrial (mercados privados) altamente resiliente.
La despedida de Buffett es una oportunidad para reflexionar sobre las bases del éxito financiero. En un mundo saturado de información, volatilidad y ruido, sus principios siguen vigentes: invertir con un margen de seguridad, evitar lo que no se entiende, mantener los costos bajos y, sobre todo, tener paciencia. No hay fórmula más simple, ni más difícil de seguir.
Quizás lo más valioso que deja no es una cartera de activos, sino una convicción: el verdadero poder de la inversión está en el tiempo, no en la velocidad. El interés compuesto, cuando se lo deja trabajar sin interrupciones durante décadas, puede convertir decisiones ordinarias en resultados extraordinarios.
Publicado en Diario Financiero.
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