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07 Julio 2025
Si bien no aparece en tu aplicación o cuenta de inversión, el capital humano es un activo real, dinámico y gestionable.
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Cuando hablamos de construir un portafolio de inversiones de largo plazo, solemos centrarnos en los activos tradicionales: renta fija, acciones, money markets/liquidez o bienes raíces. Pero rara vez incorporamos de manera explícita uno que, para la mayoría de las personas, es el más importante: el capital humano.
Este puede definirse como nuestra capacidad de generar ingresos futuros a través del trabajo y de nuestros actos. Incluye habilidades, conocimientos, experiencia, red de contactos y también la salud física y mental. Si bien parece algo intangible desde una perspectiva de planificación financiera, se comporta como cualquier otro activo: tiene flujos proyectados, riesgos asociados, horizontes de inversión y un grado de incertidumbre que puede y debe gestionarse.
Una forma práctica de abordar este aspecto es considerarlo como un activo con características similares a la renta fija o variable, dependiendo del perfil profesional de cada persona. Por ejemplo, alguien con un empleo estable, en una industria madura y poco expuesta a disrupciones tecnológicas, podría considerar su capital humano como un activo similar a la renta fija: con ingresos previsibles, baja volatilidad, pero también con menor potencial de crecimiento. En cambio, alguien que trabaja en innovación, tecnología, tiene un emprendimiento o un gran porcentaje de su remuneración con un componente variable probablemente tenga un capital humano más parecido a la renta variable: con altos retornos esperados, pero también con mayor exposición a shocks, interrupciones y ciclos.
Pero este ejercicio no se queda solamente en la teoría, ya que afecta directamente a la forma en la que debería estructurar el resto de mi portafolio de inversiones. Si mi capital humano es estable y predecible, tengo mayor espacio para asumir riesgos: puedo tener más exposición a acciones, activos alternativos o mercados emergentes. Si, por el contrario, mis ingresos son volátiles o inciertos, tiene sentido contemplar una menor holgura al momento de exponerme al riesgo financiero y poner especial foco en la liquidez, protección y diversificación. En otras palabras, el portafolio debe complementar, no replicar, las características del capital humano.
Otro factor clave es la correlación. En muchas ocasiones, el capital humano está enfrentado a los mismos riesgos que otros activos financieros. Un ejecutivo con fuerte exposición al mercado local, por ejemplo, podría ver su empleo y sus inversiones afectadas simultáneamente por una crisis económica doméstica. Aquí es cuando cobra relevancia la diversificación no solo financiera, sino que también profesional: desarrollar habilidades que permitan cambiar de industria, operar en entornos internacionales o generar otros ingresos con algún emprendimiento en otro rubro son formas de reducir esa correlación y mejorar la diversificación, aunque no aparezca en mi cartola o informe de rentabilidad.
Desde esta mirada, gestionar el capital humano es también administrar el riesgo. Eso puede incluir decisiones como tomar seguros de invalidez, diseñar una estrategia de ahorro más agresiva en etapas de alta empleabilidad o incluso planificar pausas para cuidar la salud. No todas las decisiones tienen un retorno visible en el corto plazo, pero sí impactan la curva de ingresos futura, su estabilidad y duración.
Tratar el capital humano como un activo financiero obliga a integrar la planificación de carrera y vida profesional dentro de la conversación financiera. No se trata solo de cuánto ganamos hoy, sino de cuánto, cómo y por cuánto tiempo podremos generar valor en el futuro. Así como nadie construiría un portafolio de inversiones sin entender los riesgos y retornos esperados, tampoco deberíamos planificar nuestras finanzas sin entender la naturaleza del principal generador de flujo de caja de la mayoría de las personas: su trabajo.
Si bien no aparece en tu aplicación o cuenta de inversión, el capital humano es un activo real, dinámico y gestionable. Ignorarlo es un error estratégico. Integrarlo en tu portafolio es planificar con una mirada verdaderamente completa.
Publicado en El Mercurio Inversiones.
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