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27 Junio 2024
Es de esperar que el hecho de que la ratificación de la clasificación soberana haya ocurrido junto con el solsticio de invierno sea más que una mera coincidencia.
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El pasado 20 de junio fue feriado en todo el país producto de la celebración del Día Nacional de los Pueblos Indígenas y, en paralelo, se daba inicio al periodo de invierno en el hemisferio sur. En esa misma jornada también la agencia internacional de clasificación de riesgo, Moody’s, confirmaba la calificación en moneda extranjera de largo plazo para Chile en el nivel de A2, manteniendo una perspectiva estable. Si bien esta noticia es positiva por cuanto nos mantiene distantes de un downgrade, nos invita además a reflexionar sobre las causas que nos han llevado a que después de 10 años estemos en dos posiciones de mayor riesgo (notches) y que las perspectivas no logren avanzar a zona de optimismo.
En el análisis proporcionado por la agencia internacional, la decisión de mantener el rating y la perspectiva estable fue fundada en la “fortaleza institucional y gobernanza del país, así como en su sólida posición fiscal”, destacando los esfuerzos realizados para frenar el aumento de la deuda, a pesar de las presiones por mayor gasto social. También destaca la importancia del crecimiento de largo plazo, para lo cual se requieren políticas que promuevan la inversión y la productividad.
Justamente estos dos factores, deuda pública y expansión económica, han sido identificados por la literatura internacional como parte de los determinantes para la clasificación de riesgo soberano (Alfonso A. et al 2011, Teker D. et al 2013, entre otros). En términos generales, estos estudios señalan que una mejor nota crediticia estaría vinculada a mayor nivel de PIB per cápita, más crecimiento del PIB, mayores reservas internacionales y menor deuda pública, entre otros factores.
Sin embargo, la evidencia empírica es más compleja. A modo de ejemplo, países como Israel, Islandia, Polonia y Eslovaquia cuentan con similar nota crediticia que Chile (A2), pero, según el FMI, sus ratios de deuda pública a PIB alcanzan a 67%, 59%, 55% y 59% del PIB, respectivamente, todos niveles significativamente superiores al 40% de Chile. Por su parte, países como Indonesia, Irlanda y Nicaragua presentan un ratio de deuda pública similar a Chile, mientras que su rating soberano es de Baa2, Aa3 y B2, respectivamente. Similar dispersión se observa en el caso del crecimiento del PIB, lo que lleva a concluir que más que un nivel específico de deuda o PIB, es el conjunto de factores, su interacción y perspectivas lo que determina la nota crediticia.
Una calificación mayor indica un menor riesgo de impago de las obligaciones de un país, lo que se traduce en tasas de interés más bajas y un acceso crediticio más fácil en mercados financieros internacionales. Aunque sabemos que el camino no es trivial, el avance de proyectos como el de responsabilidad fiscal, que incorpora una regla dual de balance estructural y deuda bruta son señales positivas. Así también, la posición de liderazgo de Chile en la explotación de materias primas debe ser considerada como una oportunidad para implementar políticas de mayor productividad y diversificación económica que contribuyan a mejores perspectivas de crecimiento a mediano plazo.
Finalmente, es de esperar que el hecho de que la ratificación de la clasificación soberana haya ocurrido junto con el solsticio de invierno sea más que una mera coincidencia. Para muchos pueblos indígenas, el solsticio de invierno marca un momento de renovación. Así también, aunemos los esfuerzos para iniciar un nuevo ciclo económico que permita retomar las capacidades de crecimiento de largo plazo, manteniendo la solidez fiscal.
Publicado en El Mercurio Inversiones.
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