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07 Octubre 2025
La educación financiera es un concepto que ha ganado relevancia con los años, debido al impacto que genera en vida de las personas.
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Cuando hablamos de educación financiera solemos referirnos mucho al ahorro, la inversión y el endeudamiento, pero menos a seguros. Y, sin embargo, la gestión de riesgos es un pilar tan esencial como cualquiera de los anteriores. Un accidente, una enfermedad grave o la pérdida del hogar pueden representar una carga muy relevante. Por eso, más que un gasto, los seguros deben entenderse como una herramienta de protección patrimonial y financiera.
En términos agregados, nuestra cultura aseguradora es baja. El total de primas contratadas respecto al PIB de Chile alcanzó 4,7% en 2023, por encima de los países de la región, pero lejos de naciones más desarrolladas donde la penetración del seguro es parte del estándar de vida: se asume que junto con ahorrar e invertir, también se protege. Además, la tenencia está concentrada en cierto tipo (vida, salud, autos) y en segmentos de la población de mayores ingresos. Estos números muestran que si bien existen hogares que los han incorporado en su vida cotidiana (por ejemplo, aquellos asociados a créditos), muchas de esas coberturas son obligatorias. La contratación voluntaria y consciente de seguros amplios y adecuados aún tiene grandes espacios de crecimiento.
Aquí se abre un tema clave: la inclusión financiera. El funcionamiento de los seguros no es ampliamente comprendido, lo que termina dificultando la elección apropiada por parte de los clientes.
Recuerdo una charla de educación financiera en la que una persona me preguntó, con mucha honestidad: “¿por qué, si pagué todos los meses un seguro de auto durante años, cuando terminó el contrato no me devolvieron la plata?”. La pregunta es legítima y refleja un problema de base: no entendemos bien qué estamos comprando. Un seguro de auto, al igual que uno de salud o de hogar, no es un ahorro que se recupera, sino una cobertura que protege contra un riesgo. Durante esos años, la tranquilidad de manejar protegido fue el verdadero beneficio, aunque afortunadamente no se haya tenido que ejecutar el seguro. Explicar esa diferencia entre ahorro y cobertura de riesgo es fundamental para cerrar la brecha de comprensión en torno a estos productos.
Por su parte, y no menos importante, los seguros son un componente esencial del sistema financiero y del mercado de capitales. Las compañías administran inversiones por el equivalente a 22% del PIB, contribuyendo al financiamiento de proyectos, infraestructura y al mercado de renta fija local. Además, las recientes innovaciones como seguros paramétricos o coberturas climáticas permiten acceder a instrumentos más sofisticados y a mercados de capitales globales, ampliando las posibilidades de resguardo y transferencia de riesgos.
En definitiva, este mercado no debe seguir siendo percibido como un lujo o un gasto prescindible, sino como un componente esencial de la salud financiera de las personas, las empresas y del desarrollo del sistema financiero en su conjunto. Promover una cultura de protección requiere un esfuerzo transversal: familias, empresas, sector público y privado tienen un rol activo en educar y educarse.
Publicado en El Mercurio Inversiones.
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