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24 Octubre 2024
Ya desde la crisis financiera global en 2008 se comenzaba a vislumbrar el poco conocimiento de los hogares.
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La educación financiera otorga las herramientas y capacidades para que las personas tomen decisiones de manera informada y obtengan un mejor bienestar económico y financiero. Lamentablemente, diversos estudios han identificado que Chile tiene una deficiencia significativa en esta materia, en particular, en segmentos más jóvenes y en grupos de menores ingresos.
Un estudio de la CMF concluye que el puntaje de educación financiera en la población chilena es equivalente al 58% del máximo, ubicando al país en un nivel similar al promedio de Latinoamérica, pero por debajo del promedio OCDE. Lo que es más preocupante es que este nivel es menor al registrado por el país hace siete años atrás, lo que pone una nota de alerta adicional. Las posibles causas de esta deficiencia provienen desde nuestro propio sistema educativo, donde existe un bajo nivel de comprensión lectora y habilidades matemáticas en relación con el promedio de la OCDE (PISA, 2022). También hay aspectos culturales que fomentan el consumo inmediato en desmedro del ahorro, generando en ocasiones sobre endeudamiento y estrés financiero.
Este no es un tema reciente ni particular de nuestro país. Ya desde la crisis financiera global en 2008 se comenzaba a vislumbrar el poco conocimiento de los hogares y muchos países iniciaron una estrategia nacional de educación financiera, que incluía el diagnóstico, las causas y posibles medidas para elevar la alfabetización financiera en la ciudadanía.
De esa experiencia se extrae como conclusión que no existe una receta única e inmediata, pero un amplio consenso apunta a que el camino es incorporar esta materia en el sistema educativo formal. Entendiendo que la educación financiera es un concepto complejo que involucra no solo conocimientos matemáticos (por ejemplo, el cálculo del interés compuesto), sino también habilidades, actitudes, y comportamientos, requiere una formación integral y de largo aliento que comience desde la edad escolar temprana. Solo así se incorporarán paulatinamente los conceptos específicos y se potenciarán las habilidades y aptitudes necesarias en los niños y jóvenes antes de que tomen sus propias decisiones financieras. Además, se genera un círculo virtuoso ya que el aprendizaje del colegio es transmitido por los alumnos a sus padres en casa.
A modo de ejemplo, en Finlandia, Holanda y Australia la educación financiera es obligatoria a partir de los cuatro años. En Dinamarca y Suiza es una asignatura obligatoria para estudiantes de educación secundaria. En Islandia y Austria es requerido a partir del quinto grado (10 años). Chile ha dado los primeros pasos, incorporando en el currículum escolar de segundo ciclo (desde séptimo a cuarto medio) conceptos de educación financiera en las asignaturas de Ciencias Sociales y Matemáticas. Además, existe una propuesta legislativa para ampliar el alcance a la educación parvularia y básica.
Seguir impulsando esta agenda es imperativo. Avanzar en una asignatura específica o empujar cambios en las mallas curriculares para las carreras de Pedagogía y capacitaciones continuas a los docentes, son medidas complementarias que se deben tener en cuenta. Desde un ámbito más amplio, se debe coordinar el conjunto de iniciativas públicas y privadas, de manera de generar un programa de aprendizaje continuo para cada etapa de la vida.
Octubre es el mes de la educación financiera en Chile y como cada año volvemos a poner sobre la mesa la urgencia de elevar nuestro aprendizaje financiero. Es de esperar que en un año más la discusión ya no sea solo del diagnóstico, sino más bien de las medidas implementadas y que gradualmente se vaya cerrando la brecha existente, permitiendo que todos los ciudadanos tengan las capacidades necesarias para tomar decisiones financieras informadas y responsables, contribuyendo así a una sociedad económicamente saludable.
Publicado en El Mercurio Inversiones.
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